1. La actividad de los primeros que filosofaron

En Grecia, en el siglo VI antes de Cristo, unos hombres emprendedores, los primeros filósofos, empezaron a cuestionarse tanto las explicaciones que daban los mitos como las pautas de conducta que ofrecían.
Eran unos hombres a quien los atraía hacerse preguntas, que notaban incoherencias en los relatos míticos de su entorno, que constataban relatos diferentes en pueblos diferentes. Estos hombres, dominados por una plural curiosidad y por una actitud crítica, son los que protagonizaron lo que se conoce como milagro griego: el paso del mito al logos.
Para ellos, este paso significaba desconfiar de las imaginativas narraciones o explicaciones populares y, con una mirada nueva, observar y analizar la naturaleza, intentando descubrir en ella las causas de los acontecimientos; por ello, en vez de hablar de divinidades empezaron a en inventar conceptos. Con los mitos, el mundo era caótico y arbitrario: nada estaba sometido a leyes naturales fijas; con la visión racional del mundo, éste deviene ordenado y regido por unas leyes estables y fijas que se pueden descubrir.
Este paso fundacional de la filosofía, acontecido en Grecia y explicable por una confluencia de factores, no es algo «natural» y definitivamente adquirido, es un paso que tiene que realizar toda persona que quiera mantener una actitud despierta e investigadora.
Cuando una niña de seis o siete años comienza a descubrir incoherencias y contradicciones en el encantador mundo del Niño Dios, entonces comienza a revivir una experiencia parecido a la de los primeros filósofos. Aquello que el niño había creído durante toda su vida es ahora asediado con multitud de preguntas; el proceso de superación de su mito será conflictivo y aleccionador. El abandono o pérdida del agradable relato del Niño Dios y la aceptación de que éstos son los padres será, probablemente, su primer paso del mito al logos. Si la niña, ya joven, mantiene su inquietud original, revivirá nuevos episodios de este paso; la niña se hallan cerca de la genuina actitud filosófica.