domingo, 29 de marzo de 2009

LECTURA DE APOYO Nº 1 - CÓMO SURGIO LA FILOSOFÍA?

Hola, vamos a realizar un Viaje a través de la Imaginación, este viaje nos va a ayudar a ubicar con más claridad el ESCENARIO donde surgió la Filosofía, manos a la Obra. (al leer saca las ideas y datos claves)

La Filosofía nace en Grecia. Lo cual no quiere decir que en otros lugares y en otros tiempos no haya existido pensamiento, ni que la manera griega de pensar sea superior al pensamiento de otros pueblos, ni siquiera que el pensamiento griego no dependa en muchos aspectos de ideas ajenas.

Se trata, simplemente, de que la Filosofía griega ha puesto en marcha un modo especial de desarrollar la razón, que ha dado como resultado una manera también peculiar de enfrentarse al mundo y del cual ha nacido este estilo europeo de vivir y de pensar que se ha extendido ya por más de medio planeta con diversas variantes. Con sus logros y sus miserias: con el dominio del mundo y su deterioro ecológico, con los derechos humanos y la explotación del trabajo ajeno, con la curación de enfermedades y las armas de destrucción masiva.

Esperamos Lo mejor y lo peor de nuestra cultura surge en esas pequeñas ciudades diseminadas entre lo que hoy llamamos Grecia, Italia y Turquía. Nos guste o no, somos griegos, y probablemente lo seguiremos siendo por mucho tiempo. Por citar sólo algunos ejemplos heredamos de los griegos el pensamiento científico, la democracia como forma de gobierno, nuestros criterios éticos y estéticos, el lenguaje como la forma de apropiarnos del mundo, etc. Todos estos aspectos constituyen una herencia recibida hace más de dos mil años, aunque más tarde esta herencia se haya mezclado con otras, como la hebrea, la cristiana y la islámica. Aunque no lo sepamos, hablamos como griegos, pensamos como griegos y conservamos muchos de sus gustos y valores. Y todo eso aunque Grecia sea hoy poco más que una oferta turística en las agencias de la Unión Europea.


En aquellos tiempos, Grecia no era un país. Desde el sur de Italia hasta las costas del Asia Menor, pasando por lo que hoy llamamos Grecia, surgieron varias ciudades -pequeñas para los criterios actuales- cada una de las cuales era un Estado independiente, con su propio gobierno y sus propias leyes.

Las unían, sin embargo, algunos vínculos como el idioma –todas hablaban griego- ciertas tradiciones literarias, folklóricas y religiosas, como los poemas de Homero y de Hesíodo, y la realización periódica de los Juegos Olímpicos, que convocaban a los mejores atletas de esas ciudades en Olimpia. Eran ciudades muy bonitas, cuya trabajo en el comercio marítimo les aseguraba un continuo contacto con otras culturas y otras ideas, y en las cuales dominaba lo que hoy llamaríamos un grupo de personas acomodadas que podían dedicarse al ocio creativo en la medida en que sus necesidades productivas estaban cubiertas por el trabajo de sus esclavos.

Como se ve, las ciudades griegas -a las que en adelante llamaremos las POLIS, para diferenciarlas de lo que hoy entendemos por ciudades- estaban lejos de constituir un poderoso imperio al estilo de Egipto o de Persia: eran sociedades de clase media, la mayoría de cuyos habitantes seguramente estaban más preocupados por vivir bien que por pasar a la historia por sus grandes hazañas.

¿Cómo se explica entonces que en estas modestas polis se produjera la revolución cultural más importante quizás de toda la historia, al menos de la historia occidental? Probablemente no exista una respuesta global a esta pregunta. Como sucede en la vida humana, en la historia aparecen a veces consecuencias que superan sus causas. Se han mencionado algunas particularidades de las polis, todas ellas ciertas pero que probablemente no llegan a explicar “el milagro griego”.

Por ejemplo, la creciente democratización de sus clases dirigentes, que reemplazaron progresivamente a una nobleza más preocupada por el poder que por la cultura; su carácter de ciudades portuarias dedicadas al comercio, que les obligó a abrir su mente por el trato constante con otras formas de vida y otras maneras de pensar; y sobre todo las peculiaridades de su religión.

A diferencia de otros pueblos de su época, la religión griega tenía más de poético y folclórico que de sagrado y mistérico. Las aventuras de los dioses y las diosas griegas, bellamente narradas por sus poetas, expresan todas las pasiones humanas: los dioses y las diosas se enamoran, tienen celos, se tienden trampas, tienen hijos con los mortales, protegen o castigan a los humanos según su capricho y, en general, son personajes que comparten las grandezas, miserias y debilidades de sus fieles. Este tipo de religión deja espacio para que los creyentes busquen por sí mismos las respuestas a las grandes preguntas que las grandes religiones se han ocupado de responder.

Un egipcio o un hebreo, por ejemplo, anonadado ante la grandeza y el poder de sus divinidades, no necesita elaborar una filosofía: su religión, por medio de sus sacerdotes y profetas, se encarga de pensar por ellos, de enseñarles cuál es el sentido de la vida y el contenido del bien y del mal. Los grandes dioses de la antigüedad no permiten que se les mire a la cara, y la única relación del creyente con ellos consiste en la adoración sumisa. El griego, en cambio, establece con sus dioses una complicidad en ocasiones festiva, que le deja espacio para buscar en otra parte las respuestas a las grandes preguntas de la vida.






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